martes, 30 de septiembre de 2008

Subsidios agrícolas sin solución




La gran pregunta ahora es ¿qué pasará con las promesas que hicieron los países desarrollados de abrir sus mercados a los productos agrícolas de los países más pobres?
En el 2001, cuando los 153 países miembros de la OMC se reunieron en Qatar, la iniciativa era la de lograr un comercio justo, donde "todos" salieran ganando. }


Tal como explicó a la BBC el ministro de Agricultura de Kenya, William Rot, la liberalización del comercio se inicio con los productos y servicios que beneficiaron a los países más industrializados y ahora le tocaba el turno a las naciones menos desarrolladas.
"Nosotros abrimos nuestros mercados a sus productos con promesas de que nosotros podríamos vender nuestras frutas y verduras en las tiendas suyas. Esto fue sólo una promesa, porqué seguimos pagando altos aranceles", explicó con frustración el funcionario luego del último fracaso.
Supuestamente la Ronda terminaría en el 2004, pero nunca se logró llegar a un acuerdo entre países pobres y ricos, que siempre defendieron con capa y espada los subsidios a sus agricultores.
Ahora, sin Doha, diplomáticos y analistas enfatizan será casi imposible lograr avances en este tema.
"Doha era la única forma, por ejemplo, de corregir la política agrícola estadounidense, cuyo sistema de subsidios distorsiona el comercio mundial", explicó el comisario europeo Peter Mandelson.
Los africanos, sin embargo, recordaron que no sólo EE.UU. quiere proteger sus mercados.
"Uno de los principales elementos de la crisis alimentaria, es decir las subvenciones (a los agricultores europeos y estadounidenses), seguirá obsesionándonos", dijo el ministro de Comercio de Lesotho, Popane Lebesa, en representación del Grupo Africano de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La comisaria europea de Agricultura, Mariann Fischer Boel, resumió su sentir en una frase: "el mundo será más imprevisible".
También hay voces que van más allá del corto plazo. Los cálculos publicados por el diario Financial Times, por ejemplo, aseguran que el impacto de Doha hubiera sido mínimo en la economía global, un aumento de crecimiento de sólo el 0,1 por ciento. Lo que nadie niega -tanto los que están a favor como en contra de la liberalización del comercio- es que la Ronda de Doha ha dejado un mal sabor de boca.

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